David Holdcroft SJ: “Necesitamos soluciones que hayan sido aprobadas por la comunidad refugiada”
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Diferentes contextos, diferentes retos y estrategias. En su tarea como Asesor Interno de Educación Secundaria para JRS (Servicio Jesuita a Refugiados, por sus siglas en inglés), David Holdcroft SJ busca encontrar soluciones que contribuyan a que las personas refugiadas que estudian en los programas de JRS puedan acceder a una educación de calidad y a un futuro laboral y digno. Independientemente de que vivan en campos de refugiados a corto o medio plazo, en ciudades, o de que dispongan de permiso de trabajo, ofrecer a las personas refugiadas una educación adaptada al país en el que se encuentran supone, según Holdcroft, un impulso al desarrollo de personas y comunidades.
En su visita a Entreculturas, David nos habló sobre la estrategia de educación postsecundaria de JRS, en cuyo diseño trabaja en la actualidad. Reflexiona acerca de una educación enfocada a encontrar salidas profesionales, que incluye disciplinas como trabajo social, docencia, enfermería o traducción. Para cursarlas, el estudiante necesita haber acabado la secundaria y conocer los idiomas necesarios.
En la actualidad, JRS lleva a cabo programas de educación postsecundaria en Afganistán, Jordania, Malaui, Kenia, Chad, República Democrática del Congo y Sudán del Sur. Más de 6.500 personas han participado ya en este tipo de formación, que incluye enseñanza online y apoyo tutorizado, y JRS espera alcanzar las 14.000 personas en 2020. Se trata, en definitiva, de trabajar con los propios participantes del proyecto y contribuir a cerrar una brecha educativa de proporciones mundiales en la que el 84% de los adolescentes recibe educación secundaria en el mundo, mientras que solo el 23% de los adolescentes refugiados pueden hacerlo. Aunque el 36% de los jóvenes acude a la universidad, apenas el 1% de los jóvenes refugiados tiene esa posibilidad. Y es que el acceso a la educación ofrece a estas personas un espacio seguro, un apoyo psicológico para superar el trauma, la posibilidad de relacionarse socialmente y, por supuesto, la construcción de comunidades y vidas.
¿Cuándo empezó a trabajar como asesor de educación postsecundaria para JRS?
JRS lleva implementando la educación postsecundaria desde 2010. En aquel tiempo era un programa de informática dirigido a diferentes personas en tres lugares: el campo de refugiados de Malaui, el campo de Kakuma (en Kenia) y en Alepo (Siria). Este último fue destruido durante la guerra y lo trasladamos a Jordania, en Amman. Sin embargo, no disponíamos de los fondos necesarios para dedicarnos a estos programas de forma seria. La oportunidad llegó el año pasado, cuando JRS me llamó para realizar el trabajo de planificación de los programas de educación secundaria y postsecundaria. Mi tarea consiste en proporcionar una base teórica, pero es crucial negociar con la organización de JRS y los directores locales y regionales. Aunque yo diseño, son ellos los que implementan esa estrategia en terreno y hemos de aseguramos de que lo que he diseñado da resultados adecuados y responde a lo que los directores regionales buscan.
¿Qué persigue el programa de JRS de educación postsecundaria?
Deseamos lograr una educación de cara a la empleabilidad, para que después del curso la gente pueda decidir si continuar con su educación o buscar un trabajo. Y este empleo debe estar a su alcance en el contexto local. En los lugares en los que trabajamos hay gran necesidad de gente cualificada y las ocupaciones con más demanda son las de profesorado, enfermería, trabajo online y emprendimiento de negocios.
Otras habilidades que ofrecemos son clases de idiomas, ya que árabe, inglés y francés son las lenguas usadas en la mayoría de áreas en las que trabajamos y sirven de preparación para cursar algún tipo de educación superior. También, nuestras clases de pensamiento crítico o expresión escrita, entre otras.
Es urgente trabajar la alfabetización digital. Se dice que vivimos en un mundo conectado, pero la realidad es que, en muchos de los lugares de los que provienen estas personas, el acceso a la red es escaso. Sabemos que la mayoría del mundo va a usar inteligencia artificial, aprendizaje con máquinas, etc. en el futuro. Ya lo hacemos, y no hay motivo por el cual estas personas no deberían ser formadas en todos estos aspectos.
¿Cúanto tiempo dura cada programa?
A veces, cuando la gente piensa en programas para refugiados, se imagina un año, dos años. Piensan que se trata de una solución rápida y corta. Nosotros trabajamos en áreas olvidadas, y hay situaciones que se denominan “irresolubles” en las que un refugiado puede estar 20 años olvidado por la comunidad internacional. Esta es la gente a la que queremos alcanzar. Normalmente los proyecto duran unos 5 años. Obviamente, los cursos de educación postsecundaria son normalmente de 3 años.
¿Cuáles son las tareas principales que realiza en el área de educación postsecundaria?
Mi tarea principal es rediseñar las principales estrategias de trabajo en cada área donde trabaja JRS. Actuamos en situaciones de emergencia en campos de refugiados, donde queremos instalar los sistemas tecnológicos y empezar a trabajar rápidamente en cursos de educación postsecundaria. También en situaciones que requieren una planificación a largo plazo porque la gente ha de permanecer en los campos durante muchos años. En estos casos analizamos mejor las oportunidades de trabajo y ofrecemos cursos acordes con este mercado existente de trabajo al que los estudiantes pueden dirigirse después.
Uno de los mayores problemas aparece cuando los refugiados no pueden obtener permisos de trabajo, así que tenemos que diseñar cursos que les permitan tener la mejor vida posible. Una parte del trabajo que realizo en estos momentos es dirigir la evaluación de mercado en todos los lugares en los que trabajamos, para saber a qué puntos hemos de prestar atención.
¿Qué perfil presentan los estudiantes de este proyecto de JRS?
Varía mucho, en algunos casos la mayoría son mujeres, porque los hombres suelen tener mayores oportunidades. En otros casos, son mayoría hombres, pero en general trabajamos más con mujeres. Por otro lado, gran parte de la gente tiene menos de 30 años. Muchos refugiados han perdido años de enseñanza y llegan un poco más tarde de lo normal. O con responsabilidades, como hijos o matrimonio, lo que no suelen ser las condiciones que trae consigo un estudiante de postsecundaria en el mundo occidental.
¿Qué respuesta reciben normalmente por parte de las personas que estudian en el programa?
Normalmente las personas refugiadas demuestran mucha motivación. Quieren seguir adelante. Otros, diría la mayoría, han sido heridos de alguna manera por su experiencia como refugiados y tenemos que atender estos traumas, ya sean físicos o psicológicos. Lo que deseamos con esta educación es que los refugiados aprendan de la experiencia como refugiado y afronten su pasado de una manera creativa para realizar una aportación positiva a la comunidad.
¿De qué manera afecta el acceso a la educación a la vida de las personas refugiadas?
Sabemos que solo el 23% de los refugiados inicia la educación secundaria. Así que tienen un riesgo de sufrir depresión, caer en las drogas, en la bebida o, simplemente, en la apatía. Además, la gente que no ha sido bien formada es más proclive a desarrollar ideologías violentas o radicales. Necesitan algo que dé sentido a sus vidas. Por eso necesitamos a la educación como herramienta preventiva, pero también para desarrollar el increíble talento que estas personas conservan.
¿Y qué importancia tiene para gente joven en situación de refugio acceder a la educación?
Las mismas razones: crear esperanza y poder aprender sobre mundo que existe más allá del campo. Estar atrapado en un campo de unos pocos kilómetros cuadrados durante 21 años te marca. Y no estás preparado para vivir fuera una vez abandonas el campo. Por eso la educación les conecta con ese mundo, en particular la tecnología.
¿Y en el caso de las mujeres refugiadas?
Las mujeres han de lidiar con la cría de los hijos, con una sociedad patriarcal y son vulnerables a los matrimonios precoces, a ser vendidas porque su familia es pobre. Además, se encuentran vulnerables en muchos de los escenarios en los que trabajamos, donde hay riesgo de asalto, de violación… Hay que contribuir a que las mujeres se recuperen de estas experiencias y ocupen su lugar en el mundo y en la comunidad.
¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrenta JRS en esta tarea?
Creo que uno de los retos principales es conseguir que todos nosotros pensemos de una manera más sistémica e integrada. Me refiero a no pensar en soluciones coloniales, es decir, llegar a una solución maravillosa con la que europeos, estadounidenses o australianos nos sentimos cómodos, identificar el problema en un país lejano con refugiados, implantarlo ahí y esperar que funcione. Al contrario, necesitamos soluciones que hayan sido aprobadas por la comunidad refugiada. El reto es trabajar con ellos para encontrar soluciones, porque son los que verdaderamente saben lo que necesitan. En proyectos de ayuda humanitaria se ofrece apoyo asistencial, agua, alimentos… lo que es muy necesario. Sin embargo, a través de la educación deseas vincular talentos a ella y trabajar sobre ellos.
Además, necesitamos impulsar la capacidad institucional de los países en los que estas personas viven, porque es ahí donde van a contribuir. Queremos ayudar al país preparándolo para acoger a más miembros de la comunidad, revitalizando a las instituciones del país, aportandoles recursos, medios o capacidades para que al final del día sean ellos los que aporten soluciones y hagan su proyecto, no nosotros.
¿Y algunas de las metas alcanzadas?
Hemos realizado programas de formación para profesores gracias a la colaboración de JRS con la Ecole Superior del Gobierno de Chad y otros actores, en los que hemos identificado y preparado a estudiantes para ir a la formación. Así que colaboramos con el Gobierno en un proyecto con refugiados y, a cambio, proveemos a la institución con recursos como los ordenadores para realizar la formación: me parece un programa muy bueno. Educamos en este área a 7.000 alumnos y alumnas y muchos de ellos han encontrado trabajo.
También hemos trabajado con universidades en Oriente Próximo, con cursos abiertos online y algunos alumnos han conseguido becas para estudiar en la universidad jordana durante dos años. Creo que esta cooperación es un logro.
¿Qué principales diferencias encuentra entre su anterior trabajo, como Director Regional de JRS en África Austral, y el actual?
El trabajo como Director Regional se basa en el liderazgo y la coordinación. En Sudáfrica debíamos estabilizar finanzas y mejorar la calidad de nuestros programas. Situé la consecución de medios de vida en el centro de la estrategia y en la inversión en microcréditos y educación. La operación contaba con 300-350 personas en el equipo, y la llevaban a cabo oficiales en el país. Ahora ya no soy responsable de las finanzas. El rol actual es más estratégico y he de trabajar con la población para estudiar sus necesidades, aunque continúa siendo de liderazgo y de construcción de lazos.
¿Cuáles son sus expectativas de futuro a medio plazo relacionadas con el programa?
Espero que en unos 5 años podamos estar en tres o cuatro más países, por lo menos, y que podamos tener programas sostenibles que funcionen y realicen un aporte positivo y de futuro para los refugiados. Me gustaría seguir trabajando en este ámbito durante los próximos 5 años para asegurarme de que la estrategia se implementa correctamente. Es buena, pero puede haber múltiples cambios que hagan que haya que replantearla y asegurarse de que las cosas se hacen correctamente.